30 julio 2010

SANTA BRÍGIDA Y SUS FIESTAS PATRONALES

Hemos recibido información de la Ofrenda de la Villa de Santa Brígida que pasamos a reproducir integramente. Aquí y ahora la primera entrega.

SANTA BRÍGIDA Y SUS FIESTAS PATRONALES



Pedro Socorro Santana


Cronista Oficial de la Villa de Santa Brígida


Las fiestas en honor a la patrona de Santa Brígida son muy antiguas. Tuvieron su origen aquel lejano 5 de agosto de 1545 cuando doña Isabel Guerra, la nieta del conquistador andaluz Pedro Guerra, decidió hacer su testamento, disponiendo hacer la fiesta en la primera ermita que se construyó en nuestro territorio y dejando para su sostenimiento un parral a perpetuidad que poseía en el pago de El Gamonal.

Desde la llegada de la primera imagen a nuestra parroquia, en pleno siglo XVI, la festividad de Santa Brígida, una abadesa irlandesa generosa, dispuesta siempre a conceder alimentos y hospitalidad a los necesitados, se celebró siempre el 1º de febrero, día en que murió la santa, y de acuerdo con el Calendario Eclesiástico o Santoral. La fecha elegida para la celebración de su festividad está también conectada con las labores agrícolas de la siembra en primavera, cuando empiezan a disminuir los rigores del invierno y los días son ya claramente más largos.

Pero en pleno siglo XIX hubo un cambio de fecha en su celebración. Fue el 10 de enero de 1832 cuando las autoridades eclesiásticas decidieron el traslado de la fiesta de Santa Brígida del 1º de febrero al primer domingo de agosto de 1832. Es decir, la Iglesia fue la primera en romper la tradición. ¿Pero cuál fue la razón de aquel cambio de fecha? Nuestro anterior cronista, don Pedro Vega Rivero, halló el oficio en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. Entonces primaron las cuestiones meteorológicas y de participación para retrasar seis meses la fiesta y celebrarla en pleno verano.

LA ROMERÍA, UNA INVENCIÓN

Entre los actos de aquellos festejos de hace cien años no figuraba entonces la Romería-Ofrenda. Tardaría medio siglo en llegar. Se trata, por tanto, de un acto popular moderno, que surgió en el verano de 1956, como imitación de la Romería Ofrenda en honor a Nuestra Señora del Pino que, seis años antes, el Cabildo de Gran Canaria y el Ayuntamiento de la villa mariana de Teror, bajo el asesoramiento del inolvidable maestro de la música canaria, Néstor Álamo, decidieron impulsar la peregrinación por excelencia, la que moviliza y conmueve a la totalidad de las voluntades de la isla.

Fue tanto el entusiasmo que despertó aquella masiva peregrinación de hombres tocados con sombreros y mujeres ataviadas con mantillas que Santa Brígida también quiso acoger en sus fiestas patronales una Romería-Ofrenda, pensando en los vecinos más necesitados, y a imagen y semejanza de la que ya se celebraba en la vecina villa mariana. Era párroco don Francisco González Vega y presidente de la primera comisión parroquial, el entonces joven Héctor Rodríguez de la Coba. Entre sus “inventores” se encontraban también Federico Salazar Galván, Manolito Navarro Moreno y nuestro inolvidable personaje popular, Juan Caña, entregado a la labor de hacer las medicinas en la única botica que existía en el pueblo.

El año de 2006 nuestra Ofrenda-Romería cumplió, por tanto, su cincuentenario, que cada año atrae y distrae a una ingente cantidad de romeros y visitantes llegados de todos los rincones de la Isla.

De unos años a esta parte, sin embargo, creo que hay una gran desidia con una fiesta que está llamada a ser uno de los principales reclamos turísticos y culturales de Santa Brígida. La última Ofrenda- Romería ha enconado, incluso, a muchos vecinos y ha sembrado resentimientos por doquier, sobre todo entre los defensores de las tradiciones, pues todos hemos sido testigos de que la cita anual de la festividad más popular parecía más un macro botellón que una romería. La antigua celebración religiosa ha derivado a una fiesta pagana. Esto es así y no queda más remedio. Es lógico que con tanto crecimiento poblacional nuestra Villa sufra una crisis de identidad, que se nota en el sentimiento de vecindad, en las tradiciones, en la carencia espiritual, de valores y, cómo no, en las fiestas.

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