Por Alex Fernández Muerza
Productos "naturales", "biológicos", "ecológicos", "orgánicos", "libres de emisiones de CO2", "biodegradables", "reciclables", "respetuosos con el medio ambiente". El ecologismo está de moda, como lo demuestran los numerosos anuncios y campañas de marketing que utilizan estos y otros términos similares. Ahora bien, no todo lo que reluce es "verde". Aunque en ocasiones es complicado acertar, los consumidores pueden guiarse por unos consejos que le ayudarán a hacer una compra más ecológica, inteligente y responsable.
En primer lugar, no conviene dejarse llevar de buenas a primeras por este tipo de denominaciones tan genéricas y ambiguas, que normalmente no suelen estar reguladas, salvo excepciones. Por ejemplo, los términos "bio" y "biológico" se podían utilizar hasta mediados de 2006 en todo tipo de alimentos, hasta que la ley restringió su uso a productos elaborados exclusivamente con métodos ecológicos.
Un consumidor crítico debería también desconfiar de promesas demasiado bonitas para ser ciertas o de eslóganes muy llamativos e incluso contradictorios. Por ejemplo, un coche podrá reducir sus emisiones de CO2 o utilizar el combustible de manera más eficiente, pero nunca podrá ser "ecológico" porque seguirá teniendo un impacto medioambiental considerable.
Asimismo, la falta de transparencia es otro de los elementos a tener en cuenta: No se puede esperar nada bueno de un producto que no ofrezca información detallada sobre su condición "verde", o si no resulta fácil contactar con su servicio de atención al consumidor.
Aunque no es un sistema perfecto, hay diversas certificaciones que pueden emplearse como guía .En este sentido, el etiquetado puede ser útil para elegir un producto ecológico. Aunque no es un sistema perfecto, hay diversas certificaciones que pueden emplearse como guía. Por ejemplo, un producto con la etiqueta ecológica europea ha pasado por rigurosos controles de la Comisión Europea. Asimismo, los productos madereros que llevan el certificado del Consejo de Administración Forestal (FSC en sus siglas inglesas) han sido extraídos y elaborados con criterios ecológicos, sostenibles y socialmente justos y solidarios.
En primer lugar, no conviene dejarse llevar de buenas a primeras por este tipo de denominaciones tan genéricas y ambiguas, que normalmente no suelen estar reguladas, salvo excepciones. Por ejemplo, los términos "bio" y "biológico" se podían utilizar hasta mediados de 2006 en todo tipo de alimentos, hasta que la ley restringió su uso a productos elaborados exclusivamente con métodos ecológicos.
Un consumidor crítico debería también desconfiar de promesas demasiado bonitas para ser ciertas o de eslóganes muy llamativos e incluso contradictorios. Por ejemplo, un coche podrá reducir sus emisiones de CO2 o utilizar el combustible de manera más eficiente, pero nunca podrá ser "ecológico" porque seguirá teniendo un impacto medioambiental considerable.
Asimismo, la falta de transparencia es otro de los elementos a tener en cuenta: No se puede esperar nada bueno de un producto que no ofrezca información detallada sobre su condición "verde", o si no resulta fácil contactar con su servicio de atención al consumidor.
Aunque no es un sistema perfecto, hay diversas certificaciones que pueden emplearse como guía .En este sentido, el etiquetado puede ser útil para elegir un producto ecológico. Aunque no es un sistema perfecto, hay diversas certificaciones que pueden emplearse como guía. Por ejemplo, un producto con la etiqueta ecológica europea ha pasado por rigurosos controles de la Comisión Europea. Asimismo, los productos madereros que llevan el certificado del Consejo de Administración Forestal (FSC en sus siglas inglesas) han sido extraídos y elaborados con criterios ecológicos, sostenibles y socialmente justos y solidarios.
En otras ocasiones, se juega también con la similitud terminológica. Por ejemplo, "reciclable" significa que el consumidor puede llevar ese producto a reciclar al lugar destinado a ello, mientras que "reciclado" quiere decir que el producto incorpora materiales que provienen del reciclaje.
Además de las palabras, el envoltorio, con diseños que muestran elementos naturales o colores verdes, también se utiliza para convencer de las supuestas bondades ecológicas del producto. No obstante, una atenta lectura de su etiqueta nos debería sacar de dudas, y así por ejemplo, se podría saber si un cosmético es realmente de origen vegetal, o si en su gran parte está realizado con componentes artificiales aunque incorpora un pequeño porcentaje de ingredientes naturales.
Por ello, y especialmente en productos de precio elevado o destinados a servir para mucho tiempo, resulta muy recomendable informarse previamente de sus características y de los detalles concretos.
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