El aparejador municipal de Santa Brígida Alejandro Vila fue el denunciante inicial de la trama de presunta corrupción que anidaba en la corporación desde los tiempos de Vega
La mecha que encendió la llama en el municipio de Santa Brígida y que se ha llevado y llevara a tres alcaldes, todos anidados y alimentados por el PP, no fue la de la concejal nacionalista ni la del ex socialista ahora reconvertido en verde, que cumplieron con creces sus obligaciones como concejales y en el caso de Victoria fue más allá, al dejar el equipo tanto Amalia como Antonio al pactar con el PP de Lucas Bravo de Laguna, que había dejado en la cuneta a dos históricos: Carmelo Vega y Antonio Díaz.
Fue un funcionario de la Oficina Técnica Municipal. Concretamente uno de los aparejadores, que lleva años instalado allí y que gozó del favor del ex alcalde Carmelo Vega, al que le dio un flato al ver la denuncia inicial que terminó con su detención y su pase por los juzgados. Y estaba firmada por Alejandro Vila, un técnico que aportó documentación, entre ellas las famosas facturas de la ferretería de Luis Troya y que han llevado al Ayuntamiento donde él trabaja a uno de los huracanes políticos y sociales más importantes de la historia de la democracia.Y el camino recorrido por el aparejador fue curioso. El técnico no fue al puesto ordinario de la Guardia Civil, donde Vega alardeaba de tener numerosos amigos, sino que se fue al Seprona y allí interpuso la correspondiente denuncia, en la que aportó todo el soporte documental para darle solidez y garantía que necesitaban esas acusaciones de calado.
Los agentes de este servicio de protección de Medio Ambiente de la Guardia Civil ante el calado de la denuncia, la remitieron mediante oficio a la Fiscalía Anticorrupción de Las Palmas de Gran Canaria.Allí Luis del Río analizó la denuncia y los documentos y detectó indicios de delito. Y como estaba abrumado por las instrucciones de Eolo y Faycán lo derivó al recién llegado y creado Equipo contra el Crimen Organizado (ECO), el cual inmediatamente tomó el caso. Se llamó al aparejador, que se ratificó en la denuncia y con este paso se inició el camino, que todavía no ha terminado, que ha llevado finalmente hasta el actual alcalde Lucas Bravo de Laguna, que es además el superior jerárquico del aparejador. El técnico además comparece como testigo en otra instrucción judicial que tiene que ver con la casa de un ex concejal de Urbanismo, donde ha caído la ex concejal de Presidencia y Patrimonio Maite Vega.
Pero ya el aparejador, que ha estado un año de baja, no ha tenido solamente el honor de ser la persona que ha destapado todo este escándalo de presunta corrupción urbanística, sino que además ha sido protagonista de un conflicto laboral en su propio trabajo con una compañera que derivó en acusaciones en relación al concierto de la cantante Edurne de OT y que se había traído al municipio de la mano del marido de la compañera del técnico, del que dijo que había dado precios distintos y que motivó en la pasada legislatura una pregunta de Antonio Ramírez que nunca obtuvo respuesta. Alejandro Vila que tiene una causa pendiente con su compañera, además, ahora no mantiene buenas relaciones con uno de los arquitectos, Lupiola, que también va como testigo, aunque hace años sus compromisos profesionales y societarios eran bien distintos a los que tienen ahora. Uno de los que peor ha asumido el nombre de esta persona en el caso Brisán ha sido Carmelo Vega, el cual, al igual que le paso con Bravo de Laguna, los acogió y protegió a los dos. Su venganza será temible y esa famosa trama urbanística que va a destapar, en un municipio que aún no tiene Plan General, se puede llevar gente por delante y no precisamente políticos.
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